Todas las emociones tienen una función, es decir «están para algo», son de utilidad. La función que cumple la tristeza es la de ayudarnos a elaborar situaciones dolorosas. Así como nuestro cuerpo tiene un déficit de nutrientes y genera el hambre para hacernos comer, cuando vivimos una situación dolorosa nos ponemos triste para dedicarnos a curar esa herida emocional.
Por eso la tristeza lleva a aislarnos del entorno, de manera que así podamos reflexionar sobre aquella situación que nos está generando dolor. La tristeza facilita la introspección. Al permitirnos mirar hacia dentro y reflexionar sobre lo que está sucediendo podremos identificar que recuersos poner en marcha para hacer algo al respecto. Quizás este «hacer algo» sea simplemente dedicarse a extrañar a una persona el tiempo que sea necesario o brindarnos algunas palabras de apoyo. Otra utilidad que tiene el estar tristes es que fomenta el apoyo social. Ya que cuando algo nos afecta emocionalmente una forma de comunicarlo es expresando lo que sentimos y otra forma a traves de nuestro lenguaje no verbal por ejemplo con llanto o con nuestra gestualidad. Esto hace que gracias a la capacidad de empatizar que tenemos los seres humanos, los demás se acerquen y nos muestren su apoyo y cuidados.
Entonces en resumen, la tristeza tiene una fuerte función protectora para nosotros mismos y de unión con el otro. Nos permite tomarnos un tiempo para nosotros, volver a juntar fuerzas y conservar nuestra energía para reintegrarnos y superar la pérdida.